Aquellos que nacen con habilidades especiales cargan con un signo inconfundible: unos ojos rojos que los delatan. La ley los considera una amenaza y dicta su arresto o ejecución inmediata al ser descubiertos. Sin embargo, aquellos que se someten al servicio de la Casa Imperial son perdonados, aunque reconocidos solo como propiedad suya. El Imperio les concede protección, pero a cambio exige una lealtad absoluta.